En el pasaje de Josué 24:19-24 encontramos una enseñanza crucial sobre el servicio a Dios. Josué, el sucesor de Moisés, está al final de su vida y se dirige al pueblo de Israel en un momento de gran importancia. Moisés y Elías son dos figuras fundamentales en la historia del pueblo judío, y Josué, como líder justo, continúa esa tradición, enfrentando el desafío de guiar al pueblo hacia la tierra prometida y de llamarlos al compromiso con el Señor.
El texto destaca una palabra clave: "servir", que aparece repetidamente. En el idioma original, el hebreo, el término usado implica un servicio exclusivo y devoto a Dios. Esto nos lleva a reflexionar sobre lo que significa verdaderamente servir a Dios y cómo hacerlo correctamente.
Servir a Dios: un acto de amor y devoción
Josué recalca que el servicio a Dios no debe ser superficial ni motivado por recompensas humanas. El servicio verdadero es una respuesta al amor de Dios por nosotros. No se trata solo de cumplir funciones en la iglesia o demostrar espiritualidad frente a otros, sino de vivir una vida completamente entregada al Señor en todos los aspectos.
Jesucristo es nuestro mayor ejemplo. En Marcos 10:45, se nos dice que Él no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Nuestro servicio debe estar inspirado en este modelo, que no busca reconocimiento humano, sino agradar al Padre celestial.
El desafío de la idolatría
Josué llama al pueblo a deshacerse de los ídolos y a inclinar su corazón a Dios. Aunque el pueblo de Israel se jactaba de no ser idolatra, la realidad mostraba que su corazón seguía apegado a dioses ajenos. De manera similar, hoy enfrentamos la tentación de levantar ídolos en nuestras vidas: nuestros logros, posesiones, relaciones, o incluso nuestras propias ideas y tradiciones.
Jesús nos desafía claramente en Lucas 14:26: "Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, esposa, hijos, hermanos y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo". Estas palabras nos recuerdan que Dios exige un amor y una devoción exclusivos.
Confesar y obedecer
El primer paso para servir a Dios es confesar que Él es Señor de nuestras vidas. Esto no es solo una declaración verbal, sino un compromiso genuino de reconocer su autoridad y rendirnos completamente a Él. Josué pone esto en términos contundentes: "Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Jehová para servirle" (Josué 24:22).
La obediencia también es fundamental. Desde la caída del hombre, la desobediencia ha sido nuestro mayor obstáculo. Servir a Dios requiere una disposición constante a someternos a su voluntad, incluso cuando es difícil.
Servir sin reservas
Josué concluye su llamado diciendo: "Inclinad vuestros corazones a Jehová Dios de Israel" (Josué 24:23). Este mandato implica una entrega total. No podemos servir a Dios a medias; Él demanda todo nuestro ser. Nuestro servicio debe reflejar una vida que ha sido transformada por el evangelio, libre de idolatrías y enfocada en glorificar su nombre.
En nuestros días, servir a Dios es un desafío que requiere valentía, especialmente en un mundo lleno de distracciones e influencias contrarias a la fe. Sin embargo, como el pueblo respondió en el versículo 24, también nosotros debemos declarar: "A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos".
Este compromiso nos invita a reflexionar: ¿Estamos sirviendo a Dios como Él demanda, o hemos permitido que los ídolos, el egoísmo o la religiosidad superficial desvíen nuestra atención? Que nuestra vida sea un reflejo de nuestra confesión y servicio sincero al Señor, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien vino a servir y no a ser servido.
Reflexión final
El servicio a Dios no es solo una acción externa, sino una actitud del corazón. Debemos mirar a Jesús, quien es el ejemplo perfecto de servicio, y rendir nuestras vidas completamente a Él. Como Josué desafió al pueblo, hoy también somos llamados a confesar a Dios como nuestro Señor, a eliminar los ídolos de nuestro corazón y a obedecer Su voz en todo momento.
¿Estamos dispuestos a servir a Dios con todo nuestro ser, sin reservas y con un amor exclusivo hacia Él? Que podamos decir con convicción: "Yo y mi casa serviremos a Jehová".
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